martes, 16 de noviembre de 2010

Una estrella que se ve de lejos

El cine independiente americano ha sabido demostrar que con pequeñas historias es posible contar grandes relatos. En este caso Sofia Coppola continúa su análisis sobre la decadencia del actor norteamericano en Hollywood; sus grandes fiestas, sus amantes y su vida sin límites pero con la gran falta de algo: ¿amor, compañía o serenidad? Un conjunto de las tres.
La cinta nos transporta en la vertiginosa vida de Johnny Marco, un actor galán como Marcello en la Dolce Vita. Hasta que llega su hija y su monótona vida, con o sin sexo, cambia en ascenso hacia una felicidad que para él esta perdida.
La química entre Johnny (Stephen Dorff) y su hija Cleo (Elle Fanning) le da todo el crédito a las perfectas actuaciones que brindan. La escena cuando unas de la amantes del padre se pone en la piel de “madre tutora” de la chica es excelente. Sus vistas recorren la mesa mientras desayunan y sin decir nada sus miradas se cruzan y ambos saben lo que piensan, sus sonrisas conmueven al publico frente a la buena relación entre ambos.
El quiebre emotivo es necesario y justo, ambos en soledad tanto la hija como el padre. Son victimas del recuerdo de lo que pudo haber sido y son victimas del miedo de lo que será.

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