jueves, 4 de noviembre de 2010

Panorama / Busco mi destino - 25 Festival de Cine de Mar del Plata

"Scott Pilgrim vs. los siete ex de la chica de sus sueños" / Scott Pilgrim Vs. The World de Edgar Wright – Estados Unidos /Reino Unido / Canadá


Stephanie Zacharek –crítica todopoderosa, que cuando crea ideas y cine en forma de crítica pareciera usar ese botón de bomba/deus-ex-machina que nos salvaba cuando estábamos rodeados de píxeles enemigos– se lanzó al ataque de Scott Pilgrim, justamente. Stephanie dice que, a propósito de que el sujeto en cuestión fuera esa cruza entre Beck y Ben Stiller llamado Michael Cera: “¿Y qué si atraviesa el testeo herculano a la He-Man que la historia de Scott Pilgrim le hace atravesar? Todavía tiene todo el carisma sexual que puede hallarse en un cordón desatado. Y ni siquiera una mujer a la que le guste el toque suave y sensible puede hacer mucho con eso.” Si la película y su director Edgar Wright asumen –y cumplen– la misión de multiprocesar los cómics originales de Bryan Lee O’Malley (es decir, aglomerar en adolescentes canadienses las texturas y emociones de John Hughes, el Street Fighter y los diálogo al estilo Seinfeld), pongamos a Zacharek como nuestro Donkey Kong personal a vencer. Final Round. Fight! Zacharek diferencia entre los dos géneros que Wright usa como plataforma de juegos: la pelea progresiva hasta llegar al jefazo (es decir, matar a los siete diabólicos ex-novios de Ramona, el hermosísimo objeto del afecto de Scott) y la pelea de Scott por conquistar y mantener el amor de Ramona. Ahora bien, que Scott peleando sea una especie de invencible Ryu (el lenguaje de los fichines es parte de la narrativa de la película) y que enamorando a una mujer digna de una canción de Dylan sea solamente Michael Cera, es una declaración de amor. ¿A qué? Esa incoherencia entre alfeñique y Superman de Cera/Scott son una sola cosa (no dos); la forma en que Wright “entiende a”, “se ríe con” y “emociona con” la generación de 8 y 16 bits. Entonces, como en los fichines y las Ramonas de Scott, descubrimos que buscar niveles secretos en lo que nos parece obvio y natural puede llegar a ser lo más importante que aprendamos en nuestra vida (la real, la que no tiene continue). Y que además, es algo por lo que vale la pena pelear. O disparar con el A, y saltar con el B.




"Cold Weather" / Clima frío de Aaron Katz – Estados Unidos

La nueva vida de Doug está marcada por el frío y la lluvia: una atmósfera más que propicia para un policial, su género favorito. Pero sus días están desprovistos de toda intriga y emoción, ahora que acaba de abandonar los estudios en la Universidad de Chicago y ha vuelto a su casa en la siempre lluviosa Portland, Oregon. Instalado con su hermana, no encuentra demasiado que hacer más allá de releer sus libros favoritos y dormir hasta tarde. Al menos hasta que consigue un trabajo nocturno en una fábrica de hielo, traba amistad con su compañero Carlos y lo contagia de su pasión por Sherlock Holmes. Pero justo cuando las cosas empiezan a encaminarse, aparece Rachel, una ex novia de Doug, sólo para desaparecer sin aviso una noche y lanzar entonces a los muchachos –alimentados por el aburrimiento y una dieta febril de Conan Doyle– a una improvisada aventura detectivesca. Junto a ellos, navegando libremente entre géneros, sale también el nuevo film de Katz a la caza de ese objetivo elusivo, tan común al mumblecore como a los Hardy Boys, al drama familiar como a Poirot, que es la verdad.




"Littlerock" de Mike Ott – Estados Unidos

En su segundo largometraje, Mike Ott reflexiona sobre el tópico de la comunicación más allá de la palabra, el contacto y el diálogo entre el pasado y el presente. A su pesar –o no–, los hermanos Atsuko y Rintaro quedan varados en un pequeño pueblo de California en su camino a Manzanar, donde pensaban encontrar el nombre de su abuelo, mencionado y recordado junto a los otros tantos japoneses que fueron tomados prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial. Pero Atsuko encuentra un espacio donde la puja entre la prohibición y la libertad se repliega sobre su cuerpo, sobre su propia vivencia. Sola, despojada de la posibilidad de comunicarse a través de la palabra, recorre y reescribe su propia historia, pone en tela de juicio todo lo que podía nombrar y experimenta sólo a través del contacto y del gesto. El pasado y el presente se entrelazan y dan forma a los personajes. En la tensión que existe entre la memoria, la historia y la experiencia: allí viven y crecen los seres de Littlerock.




"The Myth of the American Sleepover" / El mito del pijama party Americano de David Robert Mitchell – Estados Unidos

Maggie, Rob, Claudia y Scott cruzan sus caminos en la noche de Detroit en este relato de iniciación, que para algunos habrá de evocar –como una versión más joven e intimista– las aventuras de esos clásicos modernos que son American Graffiti, de George Lucas y Rebeldes y confundidos, de Richard Linklater. Porque esta noche no es una cualquiera, sino la última del verano, y representa para cada uno de estos cuatro adolescentes las últimas horas de libertad antes de que el nuevo año escolar dé comienzo; casi una carrera contrarreloj por aprovechar las promesas –tantas veces escamoteadas– de ese universo suburbano iluminado por las estrellas que se han lanzado a explorar: un primer amor, una aventura, alguna fiesta donde perderse. Inspirada parcialmente en las experiencias personales que Mitchell supo coleccionar mientras crecía en Michigan, The Myth of the American Sleepover fotografía la esencia de esos años perdidos, de desorientación y hormonal vitalidad, con una precisión y una nitidez que, por lo general, la adultez le arrebata a nuestros recuerdos casi sin que nos demos cuenta.




"Tiny Furniture" / Muebles diminutos de Lena Dunham – Estados Unidos

Abandonada por su novio, con un título en teoría cinematográfica al que no le encuentra utilidad y unas 357 visitas a su perfil de YouTube, Aura vuelve cabizbaja, prácticamente humillada, al loft de su exitosa madre artista. ¿Y ahora, qué? A los 22, deberá todavía lidiar con el sarcasmo de su hipercompetitiva hermana menor y con el empuje agotador de mamá, mientras baraja el prospecto de un empleo a largo plazo como camarera y una serie de dudosas posibilidades románticas. Para peor, no tiene mejor idea que leer los diarios de su madre y obsesionarse con el registro de la intensa vida que ésta llevaba cuando tenía su edad. Inspirada, según ha declarado ella misma, tanto en la comedia neurótica de los ’70 como en los dislates románticos de Sandra Bullock; inequívocamente autobiográfica (al punto de haber reclutado a su madre y su hermana verdaderas como coprotagonistas), Dunham ha conseguido dotar a su segunda película de un aura confesional, intimista como pocas, única en su generación por su capacidad para reírse y sufrir con sus propias inseguridades.


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